Navidad era mi época favorita de niño: chocolate caliente varios días de la semana, donde solía vivir las calles eran calladas, veía muchas luces desde la ventana del vehículo cuando salíamos, mucha tranquilidad, mucho frío, era perfecto. Junto con las mañanas de verano, eran el motivo por el cual añoro día tras día susodicha época.
Poco recuerdo de aquel entonces, osea, apenas recuerdo que comí antes de ayer, aunque con el tiempo voy recordando pequeños momentos, muy breves, de mi niñez. Mi pequeña mente se fijaba en todo pero al mismo tiempo en nada, vivía en aire, andaba de paseo con el viento en medio de las personas. No importaba lo que decías de mi, aunque sí me importaba quedar bien con los demás, pero en general pensaba que todas las personas de este mundo eran como yo: soñadoras, inocentes, conectados con ese sentir, ese sentir del que dependía mi felicidad en aquel tiempo y que, aun el día de hoy no descifro. ¿Qué era eso, el don de la ignorancia, la inocencia de un niño, qué? No todos los niños, ni ayer ni hoy, tienen esa bendición encima, la inocencia de un niño es tan difícil de encontrar como lógica a un programa de reality show en la televisión. Dudo que un gran porcentaje de los que me leen encuentren sentido en mis palabras, casi nadie recuerda haber tenido un cc. de inocencia, casi todos estamos construidos, moldeados por quien sabe que fuerza en la sociedad, y entregados a la misma como un estereotipo mentalmente capacitado para adaptarse a todo mal que venga.
Solo sé que esa inocencia me hacía sentir único, me hacía sentir invencible, capaz de crear paz mundial, conectarme con la belleza que hay allá afuera de manera sencilla, sin necesidad de contactos, labia, posición económica ni el tamaño de mi billetera, mucho menos de que mi padre tenía que ser miembro de alguna junta, de alguna mesa directiva, o tener que conocer al jefe de una empresa para agradar a los demás, irónicamente, el mundo es todo lo contrario a lo que esperaría una persona con un pensamiento totalmente limpio, puesto que la humanidad se ha encargado de ensuciar hasta las cosas mas puras, como la inocencia de un niño. "El planeta en el que vivo es el inodoro del universo" me dije a mi mismo una vez, no importa que edad tenía cuando dije eso, ni importará, me pare donde me pare en la linea del tiempo, esas palabras encajarán perfectamente, y eso es lo triste.
Navidad era mi época favorita del año, y se puede decir desde cierta perspectiva que aun lo es. Pocas razones semejantes quedan, como el frío o las luces, pero el agua que corre en mi mente esta sucia, como las que corren por las calles a modo de deficiencia colectiva. Lo que daría por un día dentro de aquel cuerpo que hoy porta melancolía, negativismo y miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario