Los días van
pasando; me encuentro en un punto donde me veo a mi mismo más extraño, más
desconocido, mas distraído, menos motivado ¡Si supiera lo que sería
de mi mañana! Pero no.
A pesar del sol de primavera, el gris se ejerce
desde mi única ventana. Me gusta estar en mi cuarto: aquí nadie entra, aquí nadie
sale, nadie es víctima del abuso, de la desconfianza, del mal. Y así me gusta. Estoy comiendo poco, por no
decir nada, y el silencio bajo mi techo es mayor puesto que casi no abro la
boca para hablar. Y aunque detrás de ese silencio solo quiera gritar y gritar,
me limito porque sé que nadie quiere escuchar lo que tengo que decir.
Espero que la poesía fluya pronto, y es que las ideas para los videítos de
internet están escasos, mi maqueta prácticamente terminada, y no hay clientes
para audiovisuales. Son mis fuertes no tan fuertes, mis escapes de la realidad.
Estos hoobies no son más que un señuelo que yo mismo me introduzco para no
mirar atrás. Ya que mirar atrás va más allá que voltear la cabeza: se trata de
sumirse en una realidad en la que yo, no tengo ninguna clase de fuerza para
cargar la misma.
Intentarlo solo me hundió mas aquí donde me ves, escribiéndote,
a ti desconocido, a ti el que no le importa, y si llegaste hasta aquí probablemente
es porque no tienes nada más que hacer. Es bonito sonreír, a mi me encanta
hacerlo, hacer reír me hace sentir especial; pero llorar me lo reservo para
otra escena, porque verme llorar, sentirme mientras lloro, me hace añorar mi
vieja sonrisa, una infeliz sonrisa, que obtengo de señuelos, que obtengo
mientras puedo.
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